Destacados
Nov 06, 2025
-6 min. de lectura
Paracas: Más allá del mar
La bahía de Paracas es reconocida por su mar lleno de vida, la placidez y belleza paisajística de sus playas, los deportes marinos y su naturaleza, representada por las Islas Ballestas en la Reserva Nacional de Paracas. Sin embargo, el aspecto cultural de este destino es igual de sorprendente y amerita una serie de planes que complementan la visita.
El sur prehispánico
El Museo de Sitio ubicado en la Reserva Nacional de Paracas fue fundado en 1964 y lleva el nombre del Dr. Julio C. Tello, considerado el padre de la arqueología peruana, quien descubrió e investigó sobre la cultura Paracas (700 a. C. a 200 d. C.), considerada la cultura matriz de la costa peruana. En el 2016, el museo reabrió sus puertas con un nuevo edificio diseñada por el premiado estudio de arquitectura peruano Barclay & Crousse. Dos años después, en el 2018, obtuvo la distinción a Mejor nuevo museo de Latinoamérica, por los Leading Culture Destinations Awards.
No solo el edificio es de gran interés para los amantes y curiosos de la arquitectura: por dentro, el museo contiene impresionantes textiles y cerámicos, que se caracterizan por sus vibrantes colores y sus gráficos geométricos, antropomorfos y zoomorfos. Están también los fardos funerarios, que muestran el avanzado pensamiento de la cultura Paracas.
Un paseo en bote por la bahía de Paracas nos revela El Candelabro, geoglifo que mide 180 metros de largo y se calcula que tiene unos 2500 años. Su significado sigue siendo un misterio. Y no es el único resto de las culturas antiguas que poblaban esta costa.
A una hora de Paracas se encuentra Tambo Colorado, un asentamiento inca que data del siglo XV que es una visita obligada para los visitantes del valle del río Pisco. impresionante arquitectura inca, con una variedad de edificios, patios, muros de adobe, almacenes, viviendas, plazas y un templo ceremonial que reflejan la planificación meticulosa de los incas. Además, cuenta con una red de canales y acueductos que evidencian la habilidad de los incas en el manejo del agua.
Un poco más lejos, a tres horas, pero igualmente factible en auto para un paseo de día completo, se encuentran las famosas Líneas de Nazca: un grupo de geoglifos precolombinos trazados por la cultura Nasca (200 a.C. y 800 d.C.), que se extienden en las arenas del desierto por un área de casi 1,000 kilómetros cuadrados, dibujando enigmáticas figuras distintas (aproximadamente 300), que incluyen animales y plantas. Se pueden ver con mayor claridad desde el cielo, mediante vuelos en avioneta, o desde la torre mirador María Reiche, que permite ver algunas figuras, como el colibrí, el lagarto y el árbol desde tierra.
A 30 kilómetros de las líneas de Nasca está el cementerio de Chauchilla, una necrópolis de la época preincaica que algunos relacionan con la antigua cultura Huari y otras con la cultura Nazca. Ahí se pueden ver restos de la antigua civilización (fragmentos de cerámica y textiles), así como momias en un buen estado de conservación. Y a 30 kilómetros de la ciudad de Nasca, se alza el Centro Ceremonial de Cahuachi, con sus centenares de estructuras piramidales.
Cultura viva
A una hora en auto desde el hotel Paracas, a Luxury Collection Resort, se llega a la ciudad de Ica. Es un pueblo vivo, no solo por el sol que acompaña todo el año, sino porque es sede de múltiples tradiciones. La música y las danzas de Ica, predominantemente de raíces afroperuanas, son motivo de alegría y orgullo e invitan a vivirse. Destacan fiestas religiosas y comunitarias, como el Hatajo de Negritos y Las Pallitas, que tienen lugar durante la temporada navideña.
Otras expresiones musicales y dancísticas incluyen el festejo y el alcatraz, que se manifiestan sobre todo durante la vendimia, en marzo, un evento con el que se celebra la cultura del vino y el pisco en la región.
Finalmente, es imperdible organizar una visita a bodegas y destilerías históricas de Ica, como Tacama (el primer viñedo de Sudamérica, fundado en 1540), La Caravedo (la destilería operativa más antigua de América, fundada en 1684) y Vista Alegre (fundada en 1857). La ruta del pisco y vino recorre los valles iqueños para degustar las bebidas bandera, conocer el proceso de elaboración y aprender sobre la historia vitivinícola de la región. Además, las bodegas ofrecen como acompañamiento su gastronomía local y otras actividades, como ver caballos de paso o bailes de marinera. Y al final del día entre parras, bailes típicos y copas, se puede terminar relajadamente en la piscina del hotel de Paracas, sumergiéndose completamente en la vida cultural de este destino costero.

También te podría interesar
AC Lima Miraflores by Marriott: Un hotel que sabe lo que necesitas
En la experiencia de AC Lima Miraflores resalta el trato cercano y la estadía diseñada al mínimo detalle. El huésped...
May 2025
-4 min. de lectura
Romance en Lima
Esta es una ciudad que ama celebrar. Lima disfruta sus almuerzos largos y de mesas compartidas, tanto como la atmósfera...
Feb 2023
-7 min. de lectura